Eran negras las sombras de los barquitos y blanca el alma del náufrago.
Azules son, ahora y siempre, las ondas del mar.
Rojos, los reflejos de un sol atormentado bajo las pícaras nubes del atardecer.
Amarillos, los rayos latentes y casi lejanos de la esperanza. Luz solar, escondida casi ya, bajo el color de la tierra y del barro.
Eran negras las sombras de las montañas del horizonte y blanca el alma del náufrago.