M.

Mi puta hecatombe en un cuarto de motel de carretera

Hace tres meses y quince días que vivo en una habitación de motel de carretera. Para qué alquilar un apartamento. Sé que esto será temporal. Y aquí no debo explicaciones a nadie. Sólo se está alargando el proceso un poco. No firmará los papeles del divorcio. Somos eternos. No puede ir tan mal todo ni tirar quince años de relación por la borda. Joder, si llevamos todo una puta vida juntos. Al fin y al cabo, todo son diferentes perspectivas de la realidad, ¿no? Que sensación de mierda. Me doy la vuelta sobre la almohada para ver si esta noche comparto cama con una prostituta. Pero no. Estoy asqueado. Me siento sucio. He dormido en vaqueros y sin camisa. Me estalla la cabeza. Me levanto con cuidado de la cama. Debilidad en las piernas. Corro la cortina. Joder, ¡si es de día! Afuera los rayos de luz caen a día martes. Podría estar muerto y nadie importarle. Debieron despedirme ya. O no lo sé. Me la suda. ¡Que le jodan al puto viejo de mi jefe! Joder, debe de tener los huevos bien caídos. Maldito calzonazos de mierda. No sabe delegar ni tomar una puta decisión. Busco una botella. Me desespero. Todas. Absolutamente todas están vacías. Rebusco en pánico en la mesa apartándolas y tirándolas al suelo sin reparar apenas en el ruido. Me agacho y me arrastro por el suelo en busca de alguna caída. Pero no. Veo una gota en el suelo, pero la moqueta la absorbió. Odio la moqueta. Me da grima. Y me deja seco. Abro la mini nevera. Nada. Sólo asoma un medio limón de su interior. Veo debajo de la cama. Va a ser que no. Sujeto la botella más cercana. Me abro la vitrina y me la saco. La zarandeo para darle los buenos días. Apunto y meo en su interior. Cierro los ojos y lo disfruto. Me la recojo. Cierro la vitrina. Realmente me estaba meando, joder. El líquido es oro puro. Alcohol puro. Tóxico puro. Es mi puta caótica esencia. Dudo por un instante si beber su contenido o no. Es repulsivo y humillante. Pero estoy en mi caverna. A espaldas de los rayos de sol. De las sonrisas y de la gente corriente con vidas proyectadas como inertes hologramas de un anuncio de televisión. Y no soy un mariquita. Y joder, estoy seco y la ansiedad me puede.

Me lo bebo de un trago.

Está caliente.

Y no pude engañarme.

Aquello no era vino.

Ni cerveza.

Ni whisky.

Era mi puto meado.

Mi puta hecatombe en un cuarto de motel de carretera.

Y salir…

Salir me da pánico.

 

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