C.

Comienza un nuevo día

El plátano tiene solo potasio, y la uva, muchas vitaminas. En su interior el plátano aspira a más. Entonces genera una fuente de fibra, que estreñidos humanos agradecen absorber del alimento natural. Muchas personas comienzan a consumir el plátano. Pasan los días, y el plátano gana propiedades, y más personas lo añaden a su cesta. Un mes después la uva posee novecientos consumidores humanos y el plátano cinco mil. Entonces el plátano adquiere caroteno, y setenta y nueve consumidores se pasan a su bando. Únicamente queda una uva, rodeada por los seguidores del plátano, que esperan su victoria proclamada. Transcurren los días y la uva no se ha ido del mercado. El plátano aspira a más en su tienda. Una noche la uva desenvaina lentamente su piel y avanza hacia la tienda del plátano. Entra y lo desenvaina. La aspiración del plátano se evapora abrumado por su sexo. La claridad atraviesa la ventana. Comienza un nuevo día.

 

ilustración-bea

 

 

 

 

 

 

N.

No hay trankimazin que lo alivie

Rajoy, con su cabeza bien colocada y mullida sobre la almohada, cierra los ojos pero no duerme. Está esperando el puñetazo proclamado. Y cuando siente que se aproximan los nudillos del chaval a su cara, simula en su mente que en tres ovejas oníricas más, el trankimazin le habrá  hecho efecto y empezará a ahondar dentro un sueño casi e idílicamente profundo. En el fondo lo sabe. El puñetazo no duele. Duele ser presidente en funciones. Y eso, no hay trankimazin que lo alivie.

9167_204791389882572_6377246237208647816_n

R.

Rosa. Rosa chicle fluorescente

Sus yemas acarician el envoltorio con delicadeza. Lo abre con parsimonia. Rosa. Rosa chicle fluorescente. Los rayos de luz caen sobre él como lluvia fina de serpentinas. Imágenes de algodones de azúcar azotan su mente. Fiestas del pueblo. Ambiente carnavalesco. La mano de papá arrugada y áspera contra la suya. Los cabezones. Pis en los pantalones. Imágenes borrosas de una juventud perdida ya.

El pedazo rosado, la píldora de la nostalgia, es introducida en su boca.

 

 

“Clac-clac-clac-clac”. Chirría su mandíbula. “Qué complicado es esto de hacerse mayor”, piensa. Y una voz acude a su cabeza. Es su médico. “Rodrigo no mastique chicle, ¡su artritis en la mandíbula es muy pronunciada ya!” “Estúpidos médicos. Qué sabrán ellos”, piensa.

Juega con su lengua, e inclina sus labios con delicadeza hacia delante en forma de “o”. Un globo va tomando forma intimidando con desprender el ancla que lo ata a la superficie. Sueña con flotar entre algodón de azúcar. La calma impoluta. Rosa. Rosa chicle fluorescente. Los rayos de luz caen sobre él como lluvia fina de serpentinas. Cada vez la burbuja es más amplia, más circular.

Se siente observado. El niño que está sentado en el banco situado enfrente de él lo señala con el dedo índice y tira del vestido de, por su aparente edad y afinidad, su abuela. Habrán ido al parque a pasar la tarde. Eso parece. Nuestras miradas se cruzan. “Qué complicado es parecer que no te está permitido ser libre como cuando eras niño”, piensa. Entonces explota en su cara la pompa de aquel chicle. Y unas manos ásperas le ayudan. En su mente, su padre cobra vida. Ante sus ojos, aquella dulce señora revoloteaba vivaz, preciosa y cercana. “¿Qué podría hacer? ¿Proponerle salir? ¡Sentía cosas que nunca imaginó volver a sentir! ¿Acaso el fuego de la pasión azotaba su viejo y triste cuerpo? ¡Qué complicado es sentirse vivo cuando sólo se espera otro día mediocre sin más!”, pensó.

Si continuas utilizando este sitio aceptas el uso de cookies. más información

Los ajustes de cookies de esta web están configurados para "permitir cookies" y así ofrecerte la mejor experiencia de navegación posible. Si sigues utilizando esta web sin cambiar tus ajustes de cookies o haces clic en "Aceptar" estarás dando tu consentimiento a esto.

Cerrar