P.

Perro de caza

Cogió la silla y la lanzó directo al estómago. Agarró a Alba caída ya en el suelo por el cabello.

-Espera un momento.

Se desabrochó el cinturón.

-Vamos nena-dijo el chico jodiéndola.

 

Cuando él se corrió se quedaron allí quietos, sobre el suelo, esperando que llegase la calma anhelada. El chico que forzó y pegó a Alba con la silla es su novio y se llama Raúl. Este se fue a comer doritos al sofá. Alba lo escuchaba reírse a lo lejos, hipnotizado por la caja tonta.

 

Se incorporó del suelo y caminó hacia la cocina por inercia.

-Nena, ¿qué cenamos hoy? -berreó aquel perro miserable.

-Lo que quieras, cielo -respondió sumisa, cual perro de caza.

 

Alba jamás había pronunciado la palabra “no” en los dos años de relación con él. Apoyó todo su voluptuoso cuerpo sobre la barra americana y observó su móvil sobre el suelo con la pantalla desbloqueada y rota.

 

23:39 Fernando

Hola, qué tal? Podemos hablar?

00:27

Sólo quería una opinión. Cuándo una relación empieza por perder la magia… Cómo se puede recuperar? Qué se hace cuando la mente se inunda de incertidumbre?

00:30

Lo siento si fui inoportuno. Veo que me lees y no me contestas. Gracias, un saludo.

 

Había borrado el Whatsapp seis meses atrás por “la salud de la pareja”. La paz había cesado al desobedecer al bellaco.

-Nena, ¿qué coño te pasa que no te siento cocinar?- gritó su dueño.

Abrió la nevera. Estaba vacía.

Y la cacería continuaría.

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A.

Algún día volveré

Por fin mi dueño podía hacer inventario. Los clientes se habían ido. La desconocida, entre tanto, cruzó el umbral. Subía las escaleras con decisión atraída por el enorme cartel en blanco y negro que indicaba lo siguiente: “Exposición de António Pessoa en la segunda planta”.Al bajar las escaleras saludó a mi dueño; este paró de hacer inventario. “Si me hubiera percatado de tu presencia te hubiera encendido las luces de las escaleras”, le dijo. Ella respondió y retomó su camino por dónde había venido. Cruzó el umbral. “Algún día volveré”, susurró.

Él se detuvo por un instante de su labor: era muy agotador seguir allí escondido entre cuatro paredes. Yo ganaba valor con el paso del tiempo… Pero él… Él no. ¿Su existencia se limitaba a ser mi sirviente y amo a la vez? «¿Cuando volverá? ¿Cuando tenga dinero, quizás? Quizás para aquel entonces yo ya estaré en la tumba”, susurró mi amo cabizbajo.

Dudó por un instante. Continúo trabajando.

Parecía que la soledad lo angustiaba: «¿Hijo mío, qué piensas?», se dirigió a mí. Reflexionó ante su sombría existencia segundos antes de echar el cerrojo a la tienda.

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Q.

Quien fuera gato

Pereza se volteó hacia la nevera. En su pequeño estudio desde el sofá atisbaba fácilmente la cocina. Intentó anular su gula viendo el contenido de la“caja tonta”. Pero le rugía el estómago. Y no le apetecía cocinar. Observó el móvil sin batería en la palma de su mano. “No podré llamar a la pizzería”, masculló para sus adentros. Hizo el amago de erguirse del sofá pero su sobrepeso la hundió sobre el mullido hueco que había formado su trasero. Su gato, entre tanto, maúlla y se estira perezosamente sobre el cojín. “Quien fuera gato”, pensó.

 

My cat
My cat «Goya»

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