Dame, vida, una ducha de agua fría,
tu persistente desazón,
para acabar con el vacío,
oh, mundo raro,
oh, mundo oculto,
que la vida va en serio.

Arde, mi pecho, arde sin llamas,
apagado y hambriento de amor,
ceniza que aviva,
el desierto que en mí, habita.

Arde en la soledad que nos deshace,
el mundo me parecía pequeño,
de vivaces raíces y sin fronteras.

La distancia no se dibujaba con nuestras pisadas.

Pues nunca quise ver atrás.

Arde, arde el ansia de recorrer caminos por tu piel,
cuerpo que me enloquece,
lo devoraré como la mantis religiosa a su pareja,

Y engendraré rabia y dolor entre el vacío de tus huesos,
Se alimentarán de falsas ilusiones como la sarcástica lotería de tu amor.
Entre mis huesos frágiles, arde;
arde el ansia de creer que la distancia es una ilusión,
Una idea pura;

Pues la vida yo idealizo.

Arde, arde el seco tic-tac del reloj,
y entre tanto, las agujas bailan exaltadas en el limbo del tiempo y la muerte;
arde, con ansia arde,  el recuerdo de aquella fogata en la playa
arde, con ansia arde, la idea de ti misma, aquel ardor sin llama,
Aquella incertidumbre en tus pupilas,

Y la sed de los besos

Que ya no me dabas.

 

Y la vida va en serio,
oh, mundo raro,

oh, mundo oculto,
¿Cuánto todavía queda por aprender de ti?

Prometo caerme y siempre levantarme.

Pues la vida yo idealizo.

 

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