Este año no parece que vaya a tener una fiesta de dimensiones considerables. Para empezar, Carla ha marchado a Porto, y Tegan está en urgencias acompañando a su prima borracha a punto del borde del coma etílico. ¿Y Ricardo? Ricardo cómo siempre está atrincherado en su mundo, que no es otra cosa que sus exámenes y novios problemáticos y, por tanto, no sale ni para tomar las uvas, no vaya a ser que se atragante o se quede sin aprobado y sin pinchito.
Llegamos a la altura de la discoteca del pueblo, a ver a que conocido podría llegar a ver por allí. De pronto, aparece Mara, la última persona de la faz de la tierra que hubiera querido encontrarme allí, el uno de enero del 2015. Va acompañada por su novio Javi. Llevan cuatro días pero sólo hacen publicar fotos de su amor eterno en Instagram y exhibirse semi-desnudos en la bañera y en la cama. Son el hazme reír del pueblo. Se acerca a nosotros muy prepotente, propio de ella, cosa que no sé es si es debido a su estatus social o por qué iba muy agarrada y segura del brazo de aquella lapa sin cerebro. Él no toma juicio ni entiende. Sólo hace lo que ella le ordena.
Se queja de que no le hago caso desde que se rompió la relación con nuestra amiga Carla. La defiendo claro está, si fue ella quién la dejó, y de pronto aparece la cara de Javier escupiéndome a la cara a la par que me explota mil tonterías sin sentido.
Mi tranquilidad en un pozo, ¿por qué siempre pago el pato por circunstancias de la vida que se presentan a mis amigos? Apenas escucho lo que me dice, sólo quiero escapar de allí. Me giro y Aroa está grabando con el móvil. Pues qué bien. Video de año nuevo en el pueblo. A ver si compito con los afamados videos de las campanadas de toda Andalucía. Oye, nunca se sabe. Pero no lo creo. Esto es interés de alguien que le guste los problemas y no la risa.
Les intento explicar que me dejen tranquila, que mi amiga es Carla y que no insulten ni falten el respeto a alguien que conozco desde los cuatro años y que es buena persona. No es ninguna ciencia de que a Mara le falta un tornillo y que miente más que habla. Me pregunto si Javi sabrá la verdad, o simplemente disfruta insultando y amenazando a una mujer sola en medio de la calle. La verdad no sé qué hago allí. Como bien comenté antes “ni toma juicio ni entiende”, es como hablar con un mono sin cerebro que sólo busca marcar el territorio en la selva animal. Me pregunto hasta qué punto son felices viviendo así. Me pregunto por qué de repente soy como un mero espectador observando aquella escena en la que intentaban absorberme pero que eran incapaces ante mi pasotismo.
De pronto Mara se aleja, se tira al suelo con la mayor de las delicadezas posibles y comienza a temblar. Cómo si su cuerpo se agitase contra el asfalto. Sus ojos están cerrados y su lengua parece que la va a atragantar. Parece una pescadilla en la orilla del mar perdiendo el oxígeno e intentando volver al agua. Carla me habló de esto. Que ella hace todo lo posible por provocárselos, así llamar la atención y conseguir sus propósitos, ¿pero hasta qué punto es real y hasta qué punto no?
Llaman a la ambulancia. Javi grita cómo un animal “¡qué venga una ambulancia, joder, mi novia se muere!”. Una y otra vez. Parece que no sabe que está en un pueblo y que grita a las paredes. Más útil sería que llamase por un móvil o pidiera ayuda. Sin embargo, está más centrado en pelearse conmigo que de cuidar de ella. De la mujer de su vida que le hace fotos en la bañera. Ni siquiera deja que la socorre. Directamente no sé lo que quiere. Irá “encocado”. O yo que sé. Pero si son felices juntos como dicen en las redes sociales que me dejen tranquila. Menos mal que no está Carla. Irían a por ella, y ni ha roto un plato la pobre.
Viene la ambulancia y de pronto “la chica desvalida” parece que abre un ojo e insiste para que vaya con ella. Digo que no, que vaya su novio. Ni se inmuta. Incluso parece que él no quiere ir.
Se la lleva la ambulancia y Carla se convierte en Trending topic en el pueblo por las redes sociales. Hay videos y todo de Aroa. Me pregunto hasta que punto alguien puede vivir de esta manera: buscando problemas y sin hacer otra cosa en su vida que llamar así la atención de toda persona que la rodea.
Las reflexiones no valen de nada. Mi tranquilidad en un pozo, sola, aburrida, borracha y con malas vibraciones y un susto de narices traspasando mis nervios hasta la médula. Y para colmo, mi novio me deja por cumplir su sueño de músico egocéntrico. Chupitos de tequila y a dormir la mona, al fin y al cabo, el año no empieza hasta que es día siete de enero. O eso dicen.