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La vida es rock

Bar Peter Rock. Plaza del Cedro. Concierto tributo a Bruce Springsteen.  Domingo 12 de octubre. 22:10 horas.

La gente come nachos, hamburguesas y beben tanques de cervezas. Hay quien bebe una coca-cola, pero es una clara minoría. Hay quién bebe más lento, y hay quien bebe con mayor ansia. Quiero pensar que todos vienen a disfrutar del concierto, el cual lleva un retraso grande. El escenario todavía está vacío y tendría que haber empezado a las nueve y media.

Las camareras trabajan de un lado a otro. Hay una que lleva un tatuaje asomando por debajo de sus pantalones cortos, suscitando el interés de los comensales.

La armónica comienza a sonar y la atención se focaliza en el escenario. La voz del cantante cobra vida y la esencia de uno de los grandes del rock se respira en cuanto la batería entra en acción en aquella atmósfera.

Las conversaciones de las mesas cada vez son más lejanas. Ya no hay quién pueda elevar la voz.

Hay quien es un alma solitaria y bebe observando al vacío en la barra.  Hay quién está al fondo de pie contra la pared con cara de pasmado.

“Pluuum”. El cocinero golpea algo, algo para llamar la atención de la camarera. No es un timbre, no suena como eso. Pero mi vista no consigue captarlo.

Unos apetitosos nachos con queso magro son servidos en una mesa de seis, para siete comensales. Huele que alimenta en general. Hay más gente cenando que tomando algo.

Para los sentados más al fondo, el local cuenta con una pantalla fina al estilo de cine, para poder observar el concierto, cual espectáculo de masas.

El Peter Rock, en definitiva, es un local para cenar con los amigos, y no tan amigos, pero una vez pasadas las 22:30, tras los primeros aplausos, más gente atraviesa la puerta del local. Estos individuos forasteros parece que quieren estar de pie. Pero no, en cuanto una mesa queda libre, directos van a la mesa, a pesar de que esté de espaldas al espectáculo.

Será cuando, pasadas las 22:49, entre una cuadrilla vestida con pantalones negros y camisetas a juego con nombres de grupos de rock, rapados y de pendientes de aro plateados.

La barra comienza a no ser barra a su llegada. Intentan hacerse hueco alrededor de la barra cuyo ángulo es de 90 grados. Así no parece que borren visibilidad (aunque no sea así).

Una mesa. Un plato de nachos, cervezas, dos chicos y una chica. Bailan sentados. Sonríen y mueven las manos al ritmo de la música, inclusive golpeando la mesa levemente con los dedos, como si una batería cobrase vida en su imaginación. Una bonita velada reflejada en sus movimientos y sonrisas.

El cocinero da golpes a la tabla de cortar al ritmo de la música. Y entretanto, se come un trozo de pizza.

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“Te mando un WhatsApp y hablamos si eso”

Inspirado en “Vuelva usted mañana” de Larra.

 

Mi cuñada me había comentado, con el leve susurro de las confidencias, como había dado calabazas a mi hermano. Un día cualquiera, a una hora cualquiera él le entregó su número del teléfono fijo de casa en un papel arrugado. Y sino fuera poco, en medio de la calle y apleno mediodía cuando ella iba a realizar los recados que le había encargado su madre. No se conocían de primeras. Únicamente de vista al vivir en un mismo pueblo. Aunque por número de población, 18.543 habitantes, podría considerarse una ciudad, ya que no deja de ser una cantidad razonable.

 

  • ¿ Me llamarás?

  • Te llamaré mañana.

 

Y no le llamó.

 

Bien es cierto que acabaron juntos, pero ese es otro tema debido a las circunstancias que se presentan en la vida. Azarosa de por sí. Y quizás sólo quizás, si la hermana de mi cuñada no hubiera llamado haciéndose pasar por ella, no estaría contando esta anécdota.

 

No hace muchos años atrás esta situación sería diferente. Mi hermano habría ido a por ella, sacaría el teléfono móvil de los bolsillos y le pediría el número (hasta darle un toque en el mayor de los casos). ¿ A quién no le ha ocurrido esto? Es una situación violenta sí, pero cuando un joven es testarudo, lo es y mucho. Una vez conseguido el móvil personal de la chica, parece que tienes todo el terreno ganado. O no…

 

  • Te mando un “sms” para quedar, ¿ te parece ?

  • Hoy ya tengo cosas que hacer pero te responderé mañana.

 

Y no le respondería.

 

La tecnología avanza como la seda. Y avanzaría más, me atrevería a decir, si no fuera porque económicamente a las grandes empresas no les compensa dotar un móvil con todas las características que podrían presentarse en uno, si puede presentarse poco a poco en varios modelos. Claro está.

 

Sea como fuere, nos presentamos en la era de Internet, dónde las redes sociales son el imperio de la comunicación interpersonal. Y cómo no, el propio móvil juega con esta ventaja al presentar propiamente internet en él. Y a pesar de ser Facebook y Twitterlas redes sociales mas utilizadas en cualquier soporte digital, el preferido para comunicase  vía móvil, por comodidad, es la aplicación de WhatsApp.

A día de hoy, por tanto, la situación hubiera sido similar. Sin embargo, lo que hubiera hecho mi hermano sería pedirle el Facebook, el Twitter o puede que el Instagram. Ya que están a la vanguardia del día. Pero no hay nada como un teléfono personal si quieres insistirle a la chica que te gusta.

 

Los tiempos cambian. Pero un móvil, es un móvil. Con o sin tecnologías de última generación. Sigue siendo el favorito instrumento de contacto entre personas.

 

  • ¿Te envío un WhatsApp, y quedamos?

  • Sí claro.

 

Y sí le respondería.

 

“ Ya te mando un WhatsApp y hablamos si eso”

 

He aquí, las calabazas del siglo XXI.

 

Esta circunstancia nace del hecho de que WhatsApp se ha convertido en un modo de vida un tanto calculador. Es decir, la persona que tenga tu número puede observar cuándo fue la última vez que te conectaste a dicha aplicación y si lees o no, los mensajes que te escriben.

Si el procedimiento fuera distinto, la chica no hubiera respondido. Eso seguro. El orgullo se ha convertido en un objetivo fácil para dañar debido a que se necesita coraje para mandar ese mensaje, que si no obtiene respuesta, ese orgullo perdido en primera instancia, se verá reforzado por una perdida de dignidad que poco a poco irá haciendo herida, al observar que ese mensaje no obtiene respuesta.

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