1816953382_nHacerme la foto de la orla a Santiago. Qué remedio.  Lucas tiene problemas con arreglar el coche en el taller. Llegamos tarde y tengo suerte que me atiendan. Son casi las 21 horas. Echo a andar hasta  entrar por la zona vieja. Llego a dónde quería llegar: mi calle. Nuestra calle.

Recuerdos…

Mi bar. Babel. Ya no existe. “Caldeirería 24 “, se llama, o algo así. Ahí solía escribir e incluso quedarme a puerta cerrada con los demás clientes habituales y con el dueño con su acento brasileiro dulce y rítmico.

Recuerdos…

La facultad de historia y la facultad de filosofía. Época de exámenes: “pechehistoria” y  la facultad de filosofía evoca en mi mente rápidamente a mis amigos de filosofía y yo, y los gatos, allí, bajos los rayos de sol en la Plaza de Mazarelos. Y en aquella estatua central, Amir y yo, el día que más lúcido lo vi antes de que su esquizofrenia lo comiera a bocados.

Recuerdos ¡Y vaya qué recuerdos!

El teatro Municipal. Monólogos,  sorpresas de cumpleaños allí, obras en portugués y conciertos de jazz por navidad.

Recuerdos… Definitivamente recuerdos…

…Nunca pensé tener esta sensación. La de encontrar una belleza particular al pasear de noche entre calles vacías un día cualquiera de enero. Soy una mera espectadora maravillada por un escenario en el cual habité durante dos años, casi dos años atrás.

Y allí estaba mi casa.

Y allí estaba todo lo demás.

Y allí estaba yo, sola, entre mis recuerdos.

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